Con el lunes vino la vuelta al trabajo. Dejando de lado la típica "depresión" de comienzo de semana, el ambiente está bastante enrarecido. El motivo se me escapa.
Por un lado, R. está muy agobiado con sus cosas. Desde que se fue M., él solo tiene que sacar adelante todo el trabajo de su departamento. Entiendo su nerviosismo. Ha pedido ayuda pero no llega. Lógico. Ven que ahorrándose un sueldo, el trabajo sale, sin tener en cuenta la cantidad de horas de más que eso implica y el desgaste mental de R. en este caso.
B., está raro. Se va a fumar solo y ya no hace apenas gracias como antes. He estado pensando sobre qué le puede pasar... El otro día estuvimos hablando del tiempo que llevábamos aquí. Él dijo que se acercaba la hora de cambiar. Normalmente no estaba mas de 3-4 años en un mismo sitio. Quizás sea eso, se acerca su cambio. Ha perdido la motivación y cada vez que me giro y veo su pantalla, hay cartas o fotos de futbolistas.
R'. está ausente. No es que la administración tenga demasiado trabajo pero va a su bola y cada vez hace menos. Hace caso omiso al teléfono, una de sus tareas principales. Siempre hay una excusa: el baño, he salido a un recado, no lo escuché. Ser la madre de la jefa tiene sus ventajas. Una de ellas es que hagas lo que hagas, siempre estarás ahí.
P., el 3º jefe, delega y delega (como buen jefe) sin pararse a pensar si realmente esa transmisión de tareas corresponde a la responsabilidad de cada uno. Esto siempre ha sido igual, estamos acostumbrados.
Yo observo. La motivación escasea y cada vez tengo menos ganas de hacer cosas de utilidad. Me siento estancada y mi actitud tampoco ayuda. Hace ya tiempo que pienso en el cambio. No termina de llegar.
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